Poesía sin Respeto

Poemas sobre el origen

Redención

Paseaba entre sombras
todo era silencio
mis manos tocaron fuego 
y vi mi corazón caer

Mis manos probaron lo muerto
dedos sin vida
ya no podían crear

Una voz susurró mi nombre
llegó una tenue luz
mis manos    
                  brillaron

levantan
ahora son hogar 
las cicatrices sanaron
mis manos consuelan
abrazan
saben amar

Procedencia

Vengo
De un camino a ratos
Con pastos verdes a pies descalzos.
Mañanas con olor a arepa,
queso de hoja y por supuesto, café.
Tardes de rodillas raspadas
y ojos cuadrados frente a la tele.
Noches con tareas atrasadas
y peleas cazadas entre hermanos.

Vengo
De un camino a ratos
De estar entre una coma y una Y.
-La hermana del medio-.

Vengo
De un camino a ratos.
Aprendiendo a caminar
Un paso, luego otro. Tropiezo.
Vista abajo-Reconozco el terreno
Al frente-Cuido de no estrellar
A los lados-Aprecio la compañía
De tanto en tanto
Caídas (lloradas)
De tanto en tanto
Saltadas (Disfrutadas)
Vengo
Dando tumbos pero vengo
Sin saber bien, voy
Y sin darme cuenta, también ya fui.

  • Procedencia

Enigma

Hay un algo en la nada
el fractal de un todo

Hay un algo que ebulle
arde en el alma
el espíritu que experimenta
los cincos sentidos

Eco de una muerte que fue camino
Aroma antiguo de un eterno retorno
Tacto áspero del tiempo en el cuerpo
El placer culposo de tú gusto en mi boca
Ver tú sol lejano y pensarlo mío

Hay un algo latente,
que me respira, me siente
Un misterio sin nombre
que no identificó

Despertar una noche purpura
consciente de mi vacío
con la intuición cierta
de una existencia que abraza y conecta

Un abismo oscuro que mira de vuelta
El éxtasis de no entenderlo y estar vivo
el sostén de una red que es telar
de otros infinitos vacíos.

Rueda de sueños

Imagina que tenía como cuatro, no años, sino animalillos de esos que se escurren entre la cabeza de los sueños de niños que juegan con ruedas hechas de olvido y que corren por la carretera sin rumbo alguno.

Nadie negaba el derecho a soñar, a correr tras la rueda que se estrella contra piedras que desvían el rumbo de los pensares, haciéndolos duros, tristes, indescifrables.

Así es como los sueños de niño van dando vueltas, a veces se pierden como la rueda, como los recuerdos. Ya he olvidado a qué olían los gladiolos de la huerta y los perros mojados del vecino.

Nunca tuve un gato con nombre que arañara los harapos que cubrían las rodillas curtidas por el polvo que levantaba la rueda que recorrió el camino que me trajo hasta ti. Eres parte de los pies desnudos que pisaron las piedras hirvientes y de la pared por donde huía del colegio.

No importa la sed de las tardes de verano, ni las cometas que nunca se elevaron, solo importa el pedazo de palo que impulsaba la rueda de mi vida, porque dejó huella en la punta de mis dedos diáfanos.

Algún día era lunes, tal vez viernes, la rueda rodó, se perdió en un rastrojo olvidado, la busqué, me espiné, rosas blancas, gladiolos rojos, olores que se olvidaron y presintieron el instante justo para estar aquí.

El otro día desperté y estaba dormido

El otro día desperté,
estaba encerrado en la jaula
y las llaves las tenía en mis alas.

Ayer desperté,
volaba sobre la cima de la gran roca
y miraba el danzar del viento con mis carcajadas,

ayer desperté,
mis manos eran blancas como un cartucho
y leían braille sobre la coraza de tu alma.

Hoy desperté
y era un cesto de mimbre sin terminar,
sin principio, sin fin,

hoy desperté
mirando hacia abajo y era un costal lleno de huesos
sin piel, sin ojos, con alma,

hoy desperté
rodeado de desconocidos que reían y lloraban,
y solo era yo quien miraba al espejo que no tengo.

Mañana despertaré,
me peinaré
Y llenaré los bolsillos con las piedras del olvido.

Una cuestión numérica

Dentro de mí habita esa primera

La bebé recién nacida,
la que lloraba, dormía y comía
como único pasatiempo.

Dentro de mí también está la segunda

La niña pequeña
la inocente que jugaba con peluches,
armaba casitas, leía cuentos
y hablaba con voz quedita

Dentro de mí vive la tercera

La niña ya no tan pequeña,
la que empieza a leer más,
la que habita en la inocencia
y en la astucia

Dentro de mí trabaja la cuarta

La niña del colegio
que se defendía, reía,
charlaba, estudiaba

Dentro de mí sonríe la quinta

La niña que estudia desde casa,
la que ríe y aprende,
llora y se confunde,
pero que a la vez vive, crece y madura

Dentro de mí, en un rinconcito, está la sexta

La que se quedó en Medellín,
la que usa de ancla sus recuerdos
para no ahogarse

Dentro de mí trato de destruir a la séptima

La que…no, mejor no hablar de ella

Dentro de mí está la octava

La que les escribe este poema,
la que sueña, lee y vive feliz

Dentro de mí también viven muchas más,
pero están todas dormidas
y no podemos hacer más que imaginarlas

Pueblos fantasmas

Al lado azul
de mis recuerdos,
el viento imponente
se llevó la evidencia.

Un viejo Siete Cueros
fue el primer lugar
donde imaginé
pueblos fantasmas.

Palpaba su corteza
como recorriendo
la piel del abuelo
que nunca conocí.

Se enteró de todos mis temores,
mis tristezas,
mis logros
y mis inocentes deseos.

Un día sus hojas
perdieron el brillo,
al otro los pájaros
se fueron de los nidos.

Me despedí de él
sabiendo
que su savia
ahora me recorre a mí.

Y que sin ese viejo árbol,
yo no sabría
lo que significa
ser eterno.

Portador de vida

Portador de savia,
que nutre la existencia.
Microcosmos temporal del ser.

Te llevo dentro, te siento.
Me cubre tu llanto rojo cuando nadie te habita,
Cuenca ancestral del poder femenino.

Hace tiempo te sentí palpitar dador de vida.
Alimentaste partículas de amor que iban creciendo.
Gestación, tiempo perfecto.

Hoy, te honro y agradezco.
Renuevas la energía de mi universo,
liberando cada mes esencia inerte de mi cuerpo.

Llegará el día en que ya no te necesite,
ya lo habrás hecho todo por mí.
No quiero que te vayas, habítame.

Te daré siempre cobijo,
cómo se lo diste a mis hijos en mi vientre.
Tú, mi útero, símbolo de mi unión con la madre tierra.

Árboles como barcos

Entonces
eran árboles
o barcos
en cualquier caso muy altos
para treparlos sin el miedo a caer
Y tú me recogías entre tus manos Y yo dejaba de llorar.
Abajo
era tierra
o mar
raíces como piedras
o agua oscura contra el metal me aferraba a tu cuello
ya no estaba a la deriva.
¿Árboles? ¿Barcos?
¿Tierra? ¿Mar?
Palabras amarradas a tu dedo índice
cuando el tiempo, siempre, te traía de regreso.
Me decían “es papá”
Yo solo repetía
árbol, barco, mar, tierra.