Poesía sin Respeto

Poemas sobre ciudades

Ombligo de luna

Calles de maíz, aguacate y limón
creciendo a ambas manos.
Manos que cocinan con embeleso,
endulzadas en salsas y moles.

Inmensa ciudad de cielos
nublados de sabores,
de mezcal y tequila.

Me envuelves en trompetas, corridos y rancheras.
Tacos.
Tacos.
Esquites.
Aguas Frescas y tamales.

Tus paredes cuentan historias
de un pueblo que sufre,
colores de revolución y lucha.

Ciudad de los muertos
que caminan a mi lado.
No desvíen el camino,
hay flores y agua en el altar,
bolillos por si hay hambre
sal que purifica,
honor a su recuerdo.

Cartografía

Te he habitado
sin conocerte,
como quien se acostumbra a un amor añejo
y se aburre, en vez de embriagarse
con la mejor reserva.

Te he habitado
prohibiéndome volver
a los lugares que alguna vez
me hicieron tan feliz.

A la banquita gris
(donde nos encontrábamos)
a la gran fuente
(donde corríamos)
a fumar en las escalas del pasaje
(donde enloquecíamos)
a tomar café en esa esquina
(y nos pasaban las horas conversando)
a pasar por el muro de camino al parque
(que pintamos juntos)
a esperar el bus en el paradero
(donde me despedí)

A veces creo que tus esquinas me tragarán,
por los ladrones, digo,
por los matones, digo,
pero en el fondo sé que es por mis recuerdos
(la memoria es ladrona y asesina)

Apenas hace poco me desperté
con ganas de verte de otra manera
y decidí comenzar a dibujar nuevas rutas,

a sentarme en otras banquitas,
a correr en otras fuentes,
a respirar el aire de otros pasajes,
a conversarme un té u otros cafés,
a pintar otros muros,
a esperar otros buses.

Aunque lleve años habitándote,
ahora me siento turista,
quizá sea esa la mejor manera
de amarte.

Una Película en Jericó

Las calles; un juego de Tetris 

Las casas; arcoiris sin secuencia 

Un gato; posando para la foto 

Un carro; de arriba hacia abajo, perdido 

Un cielo; arrugado por el frio 

Transeúntes; una pareja, primera etapa 

del enamoramiento 

Dos niños; jugando a ser adultos

Una abuela; conversando con las plantas 

Una mujer; quitando la mascara 

para salir bien en la foto

Un hombre; corriendo hacia el carro perdido

Un pueblo como set de filmación.

Alhambra

La bailarina, la cantante, la del alma rota,

la que ha luchado en mil batallas,

la que luce piel de colores 

y se camufla entre bosques.

La gitana una vez me dijo: 

alma vieja corazón valiente,

muchas veces ha estado perdida,

otras ha desafiado a la vida.

Romero, romero, 

que salga lo malo 

y que entre lo bueno. 

Aroma de hierba y hechizo.

Soñadora, trotamundos, 

imparable y libre,

sagaz como pantera.

El fuego de la madre

con el ímpetu del padre.

Las letras, la vida entera.

La gitana sabía yo quién era.

VOY CAMINANDO

Voy entre galerías de sonidos,

fluyo entre las presencias resonantes,

voy por las transparencias como un ciego. 

Octavio Paz

Voy dando tumbos pero sigo,

no hay caída tal que me saque del camino,

y aunque entre las sombras me desvío,

la luz del pensamiento va conmigo.

Oh cielo de estrellas infinitas,

que cobijas mis sueños de victoria

y en forma de nubes los pintas.

Voy dejando huellas mientras sigo,

hacia el pasado nunca miro,

el tiempo en esto sí será mi amigo

y me irá acercando a ese futuro esquivo.

Oh remolino implacable de horas,

que acechas las ganas y el valor.

Me verás ganar, aunque mi rendición añoras.

Despedida

Hay obras en la carretera.
Túnel boca negra
sin la brisa blanca
y el arrullo azul del mar.
Cierro los ojos
para ver los muros de color ocre,
siena y palo de rosa,
de las cálidas fachadas mediterráneas
que dejamos atrás.
Quiero regresar al verde olivo de los campos,
a los retorcidos arbustos marrón,
al naranja Spritz que la sed ayer me calmaba
y al amarillo limón del atardecer.
Un rojo intermitente me hiere los párpados.
La Provenza y la costa azul son un recuerdo más.
La autopista me adormece
con su pasar infinito de rayitas blancas y gris pavimento.

Calles confinadas

Calles empinadas

Presumidas, orgullosas, estiradas
cadenciosas
cruzando cerros y montañas

Calles empinadas

Bulliciosas, caóticas, dementes
malabaristas
cámbulos, búcaros y guayacanes

Trovadoras acompasadas con jilgueros aliblancos

Calles empinadas

Cómplices de lo inconfesable
amantes en la oscuridad para besarse
danzarinas que tras su sostén esconden leyendas de amor

Calles empinadas

Laderas
indígenas, mestizas y negras
católicas, judías y ateas

Calles empinadas

Punto de partida para volar
soñar, crear
puerto de almas.

Nueva York

Brillas y empiezo a ver borroso.
Brillas,
me vuelvo demente
tu cemento me atrae
y me arrastro en el.

Desprendes muchos olores.
Hueles
a basura
a curry
a pizza
a mani confitado
a aceite rancio.

Prometes.
Y al prometer
rompes corazones
porque eres inmensa,
pero ni así alcanzas a cumplir todas tus promesas.

Tus calles.
Me conocen como si me hubieran visto nacer.
Me conocen a mi,
las conozco yo a ellas.

Siempre serás tú.
Ningún otro lugar.

Tú.

Santa Marta

Brisa, que mece las palmas y acaricia el alma
lluvia, que cae en la montaña y lava la cara
una tierra llena de encantos que nadie pueden negar
mar, selva y montaña,
nieve, ríos y arena
Eres la magia de tenerlo todo, y a la vez no tener nada

Tus tesoros y riquezas vendieron al mejor postor
A tus pueblos originarios desplazaron en medio del dolor
Te han saqueado maltratado y humillado
Te han dejado rota en mil pedazos
Limpian tu rostro para mostrarlo en una foto
Mientras tu extensión parece una colcha de retazos

Como quisiera verte mi ciudad dos veces santa
como ese faro de luz, que da brillo y esperanza
como la casa grande que a todos abarca
un paraíso en la tierra, mi bella Santa Marta