Te precisé desde siempre,
aun antes de nacer
tu regazo fue mi refugio
tus manos, mi desahogo.
Ya no estás.
Hoy floreces en el cielo
te fuiste a cultivar nubes,
pero lo hiciste muy pronto.
¿Te llevaste tus historias de juventud?
¿A quién se las cuentas?
¿Se convirtieron en el viento en mi cara?
¡Cuántas veces las escuché!
Ahora habitan en mi anhelo por verte otra vez.
Te llevaste los consejos acertados,
la receta familiar,
el saludo anticipado en las mañanas,
mi amuleto: tus palabras.
Te habré de recordar con regocijo,
pero ahora solo te recuerdo.