Hace días ando con las manos frías,
sin importar si están enguantadas
o enterradas en los bolsillos de la chaqueta
Tengo el esmalte descolorido y escarchado,
las uñas me brillan como el suelo de la primera nevada,
las venas, azules y oscuras son ríos congelados
y las palmas blancas al apretar el lápiz
Hay días que las veo más arrugadas,
cual grietas en un glaciar,
y si agarro el café, así esté hirviendo,
queda tibio cuando lo suelto
Hace días ando con las manos frías,
mi mamá, en las tardes de calor, me pide que se las ponga en la frente.
Y yo me las llevo a los labios para congelar las palabras que digo,
dejando que bailen en el aire como los copos en las ventiscas
Antes tenía las manos tibias,
cuando intentaba hacerme sombra con ellas
el sudor de mis dedos se mezclaba con las gotas de mi frente.
Y en las tardes de calor inclemente,
me la pasaba abanicando aire caliente a la cara.
El calor hacía a mis dedos torpes e incómodos,
derritiendo todo lo que tocaban,
dejando rastros pasajeros de lo pensado, de lo sentido,
de lo vivido.
Me gustan mis manos frías,
pienso con más calma,
siento sin afán,
no odio
no resiento,
Amo como el frío.
Frío para congelar el recuerdo, observar, entenderlo
y mantenerlo por más tiempo en la nevera