Poesía sin Respeto

Alejandra García

Me llamo Alejandra, no es mi primer nombre pero es el que más me gusta porque se parece más a mí. Nací en una tierra llena montañas, donde la gente dice por favor y gracias y la vida va en calma, porque así vive la gente del campo; sembrando, esperando su cosecha y volviendo a sembrar. Tuve que partir de ese lugar bonito que fue mi hogar para vivir mejor, para poder soñar y crear. He recorrido lugares, conocido gente diferente, he vivido con muy poco, pero he ganado mucho. He aprendido a vivir como extranjera, y he aceptado que siempre lo seré no importa donde esté. Fui ave de paso por algún tiempo, anduve perdida y sin rumbo, pero el camino andado me trajo hasta aquí. Por ahora, esta esta es la tierra que llamo mi hogar. Soy amante de los idiomas, las letras y la poesía. Soy un alma triste que se aferra a la esperanza para seguir en este cuento un ratico más. Busco el balance, estar presente y conocerme más. Soy escritora desde siempre pero nunca me lo he creído, por eso estoy aquí, aprendiendo a desenredar mis pensamientos y reafirmar mi existencia a través de las palabras.

Dos

Yo no escribo cosas tristes, yo escribo la verdad que habita en mí.

Hay días más fáciles en los que la ternura me abraza y escribo palabras dulces que abrigan mi ser.

Hay otros días, en que la pesadez del mundo me convierte en una sombra y las palabras se vuelven cuchillos afilados.

Sea como sea, todas esas palabras están ahí, las escriben dos personas distintas, no hay verdad absoluta, no hay una sola versión de mí.

A veces sonrío a la vida, otras veces, quiero huir y no volver nunca más. Esa dualidad me recuerda que estoy viva, que tengo corazón.

No soy nada sin mi sombra, no soy nada sin mi luz.

Uno

He perdido el rumbo
pero he conocido la vida en el camino.

He sido un barco navegando
en un mar profundo sin brújula ni tiempo.

He llegado a lugares donde me sentí completa,
solo para darme cuenta que hay jardines con espinas de los que es mejor salir.

He huído de mí misma pero mi otro yo siempre me alcanza,
devorando mi corazón o echándole agüita y flores.

He entendido que aunque pierda el rumbo,
siempre vuelvo a florecer.