Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta,
un charco era un océano,
la muerte lisa y llana
no existía.
Todo era un juego,
amaba el tiempo
y en secreto, a ese niño flaco color canela.
Cuando crezca quiero casarme con ese niño,
ser docente y enseñar a los demás lo aprendido,
tener hijos con ese color de piel
y leer y leer.
Ahora crecí en años,
no soy ni lo uno ni lo otro,
el tiempo sí pasó
pero yo sigo esperando.