EN UN CAMASTRO EN SAN RAFAEL CONTEMPLO LA ETERNIDAD
Cuando como hongos
me miro mucho las manos.
Sigo las líneas
que de golpe son largas
como el mundo;
me entretengo en los colores
que delatan las texturas
de la palma y las falanges.
«Una mano es una mano es una mano»,
me repito cuando estoy de regreso
y el tiempo vuelve a atravesarme
regularmente.
Pero no olvido
lo que supe,
breve,
cierto:
una mano es
una mano es
una mano y
también
el tacto
de dios
sobre la tierra.
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