Poesía sin Respeto

Javier Penagos

Mi nombre es Javier Emilio Penagos Congote, nacido y, por ahora, indefinido habitante de la ciudad de la eterna primavera. Me encanta el mundo de los números, pero me fascina el universo de las palabras. Por eso, quizás, terminé siendo ingeniero de formación, lector de vocación y un apasionado por la escritura, así sea bastante ocasional. Creo que me puedo definir como un ser bastante racional, pero con un lado emocional amplio y en expansión. También, como alguien sensible, amante de la vida, aventurero y fiel admirador de la naturaleza. Nunca había probado tan a fondo mis cualidades con las palabras y, menos con la poesía, pero decidí perderle el respeto y por eso estoy aquí.

Inflexión

Bajo un día colorido,
con rayos de sol de adorno
y árboles de grandes copas,
dos «extraños»,
se miraron,
de nuevo,
directamente al corazón.

Hasta ese momento,
realmente ni ella sabía de él,
ni él sabía de ella,
pues eran,
prácticamente,
dos desconocidos.

Gracias a ese encuentro,
se armaron dos rompecabezas,
un sentimiento retomó su forma,
un reflejo brilló desde adentro,
una semilla quedó plantada.

No se manifestó ningún contacto,
ni proposición sobre la mesa,
sólo hablaron dos verdades,
sólo contaron dos historias,
sólo existieron,
en ese instante,
dos corazones vulnerables.

Si se logró…
un tenaz acuerdo,
una promesa tibia,
una mirada profunda
y una conexión
forjada en lo inexplicable.

Además,
de una lección de aceptación
a la bifurcación de todo camino,
pues, fue así como se desbordó,
todo miedo de un pasado
regido sólo por nostalgia
y todo miedo de un futuro
cargado de incertidumbre.

Primeras líneas

A merced de la templanza,
bajo silencios constantes,
con una timidez implacable
y alcanzando algunos libros
de pequeñas estanterías,
recuerdo los árboles más altos
que se veían desde la ventana
de mi corta infancia.

Tiempos más cálidos que fríos,
Más soleados que nublados,
más sólos que acompañados,
Pero más vivos que apagados,
formaron una perfecta compañía
junto a las personas indicadas.

Hubo,

Poco de juegos,
poco de personas,
poco de familia,
poco de amigos.

Pero también hubo,

Mucha observación
Mucha curiosidad,
muchas preguntas y,
unas cuantas letras,
o quizás muchas,
que funcionaron
más que como un tren de aterrizaje,
como un mecanismo de despegue,
como un trampolín
para aprender a llevar la mente
a cualquier lugar
regido por la imaginación.